domingo, 14 de febrero de 2010

EL GRAN CAPITAN 1924, 1928 y 1930 CAMPEON OLIMPICO Y MUNDIAL









Ha muerto José Nasazzi, “el más grande capitán de la historia”

Ha muerto José Nasazzi, De él podría decirse lo que dijo Napoleón de Alejandro. “Fue el más grande capitán de la historia”. Con él desaparece un hombre representativo de la hora más gloriosa del fútbol rioplatense: la que abarca la década entre el 20 y el 30, en cuyo período-uruguayos de avanzada y argentinos tras ellos- se produce la conquista de Europa y el descubrimiento del mundo, ante una versión nueva, inédita, brillante, incontenible, triunfadora, del arte de jugar al fútbol. En el 20, cuando su nombre y su estampa de titán irrumpen en las canchas del Plata, se encuentra en los campos argentinos con el reinado de la generación de Tesorieri y Gabino Sosa; y en el decurso de esos diez años que señalan la era más gloriosa del fútbol platino, se encuentra con la generación sin par de los hombres de Angelito Bossio y Nolo Ferreira.
Es durante ese decenio cuando José Nasazzi, que tenía todos los atributos del Condottiero, que había nacido para ser capitán en la cancha y en la vida, capitán de los celestes de Uruguay, conquista con su equipo tres veces el título de Campeón Sudamericano. Dos veces la corona olímpica y una vez el título de Campeón Mundial. Aunque no pararon ahí sus hazañas, que se clausuran, ya en el ocaso de su larga carrera de capitán “sin miedo y sin tacha”, conquistando en Lima, en 1935, otro título continental, el último para él, al frente de su equipo al que conducía, como podía conducir a sus huestes un legionario romano.Había nacido en el barrio montevideano llamado Bella Vista, “donde reina la alegría”, hace 68 años. Era hijo de un inmigrante italiano, don Giuseppe y de una vasquita, doña María. Como tenía los ojos saltones y muy claros, de muchachito lo llamaban “El Terrible”. Por los ojos saltones y por los impulsos. Porque ya de pichón tenía la fuerza de un toro. A fines de 1920 cayó a Buenos Aires capitaneando un equipo de una liga independiente llamada Liga Nacional. Fue su bautismo de fuego como capitán de un equipo internacional vistiendo la casaca celeste. Era el mandato del destino. Su nombre resonó. Entretanto, se fundaba en el barrio Bella Vista, casi lindero con el sitio donde está enclavada la mansión que es sede de la embajada argentina, el club que lleva el nombre del barrio. Su color es blanco y amarillo. La bandera vaticana. Por eso le llamaban los “papales”. Bella Vista asciende vertiginosamente desde las divisiones inferiores. Y el cisma en el fútbol uruguayo, consecuencia directa de la división que ya existía en el fútbol argentino, hace que en 1922 el club de Nasazzi ya esté en Primera División en el bando legalista que está en posesión de la afiliación internacional. Al año siguiente, Campeonato Suramericano en Montevideo. José Nasazzi es el capitán de los celestes. Hay otros más viejos en el equipo. Y de mayor prestigio.
Como Angel Romano. Como Héctor Scarone. Pero Nasazzi es el capitán porque había nacido para serlo. Sus compañeros lo admiran, obedecen, respetan y temen. Se refugian en él, como en un padre. Uruguay gana el título y como premio, reciben la promesa de que van a ser llevados a Europa para disputar el Campeonato Olímpico, en Paris 1924. El fútbol de América se preparaba a deslumbrar Europa, a conquistar el mundo.
José Nasazzi trabajaba entonces en los talleres de marmolistas que cortaban, desbrozaban y pulían las piedras-lozas de mármol para el revestimiento del Palacio Legislativo de Montevideo, entonces en construcción. Cuando le anunciaron a Nasazzi, meta marrón en el taller, que el sueño de ir a Europa ya era cierto, que el viaje a Paris para jugar la Olimpíada quedaba confirmado, Nasazzi tiró la pesada maceta de marmolista y sentencío: “Nunca más te voy a agarrar en mi vida...”
Y fue cierto. Al regresar al frente de sus triunfales huestes, tocados por el laurel olímpico, José Nasazzi fue nombrado empleado de los Casinos Municipales de Montevideo. ¡A cuantos veraneantes porteños y a cuantas atormentadas turistas, le habrá pagado montañas de fichas aquel apuesto “croupier” de manos hábiles y estampa atlética!...
Como funcionario cubrió todo el escalafón y actualmente era Gerente General de Casinos dentro del Municipio de Montevideo. Muchacho modesto que no dejó nunca el barrio ni cuanto a él lo ligaba; inteligente, templado, amigo de esos que hacen la amistad una pasión, señor de la actitud caballeresca dentro de las canchas y fuera de ellas, y dueño de un físico de tal poder, que en el juego, dar contra él era como estrellarse contra un muro, hizo campañas brillantes defendiendo a su Bella Vista amado, y era el primero en presencia, cuando los celestes de Uruguay
eran convocados para defender sus títulos. En Ámsterdam, en 1928, Argentina y Uruguay asombraron al mundo jugándose la final olímpica en dos partidos que dejaron recuerdos imborrables, disputados caballerescamente, de señores a señores y cuyos equipos capitaneaban José Nasazzi y Nolo Ferreira, rivales implacables y amigos entrañables. Rivales en las emocionantes horas del juego y amigos de una amistad indisoluble que se prolongó a través del tiempo y hasta ahora. Otra vez volvieron a encontrarse los capitanes Ferreira y Nasazzi en la final de la Primera Copa del Mundo, en Montevideo, 1930.
Llega el profesionalismo. Y José Nasazzi deja Bella Vista y pasa a Nacional. El barrio lo vio irse con una pena profunda. Julio Silva Valdez, poeta, hermano de Fernán Silva Valdez, dijo en un verso dedicado al barrio y al club:”Bella Vista,Bella Vista/ viejo barrio futbolista / diste al mundo del sport, en tres blasones: / tres Céspedes, tres Zibechis, tres Carbone / como si mucho no fuera / para su vientre fecundo, / fue de tu obra y afán / Nasazzi, el gran capitán / de los Campeones del Mundo”..
En Nacional, José Nasazzi forma con Domingo da Guía una pareja que hizo historia. Colgó sus gloriosos botines de tapones después de veinte años de actividad futbolera. Por ayudar a un amigo del alma animó la audición deportiva por radio, con sus opiniones, sus recuerdos y su amenidad de observador agudo y humorista genuino. El año pasado, junto con Pedro Cea, llegaron a Buenos Aires invitados por “Blackie” para intervenir en un gran homenaje que le tributaron, frente a
las cámaras televisión, a Américo Tesorieri. Pasó a ser un patriarca en la nutrida legión de sus compañeros de hazañas, y no había problema, aun los de índole familiar que sus viejos camaradas no acudieran a él para planteárselo, buscando consejo, ayuda y solución. Hace unos meses, se sintió enfermo de un mal terrible, revelado en el esófago, que hacía imposible o inútil la tentativa desesperada de la intervención quirúrgica. No importa. Siguió trabajando. Y actuando. En el
acto de sepelio de los restos del ex presidente Gral. Oscar Gestido, su amigo, habló en nombre de sus compañeros. Y hace apenas unas semanas, en ocasión del partido Estudiantes-Palmeiras, jugado en Montevideo, sus viejos, entrañables amigos y rivales del fútbol, Manuel Ferreira, Miguel Lauri, el Toro Calandra y Pérez Escalá y Abadie, junto con el vasco Cea y otros amigos fueron a visitarlo a su csa del barrio “La Figurita”. Pepe Nasazzi, ya tocado, pero dueño del buen humor de siempre, los convidó con la consabida, infatigable cañita fuerte, y les dijo:”Estoy palmado... qué vas hacer.. Pero le va a costar mucho llevarme...”
“Le va a costar mucho llevarme...” Era “la sin ojos” que lo acechaba y él lo sabía. Anteanoche se apagó su vida fecunda, de grandes hechos, de mucha gloria. Fue un auténtico héroe deportivo.
Y un gran capitán de hazañas. Digno de lo que dijo Napoleón de Alejandro: “Fue el más grande capitán de la historia”.

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