viernes, 9 de julio de 2010

UN INVENTO QUE LLAMARON TECNICO


No dudamos de que el título y el desarrollo de este artículo van a ser polémicos.

A pesar de haber caído por goleada alemana en el campeonato mundial de fútbol de Sudáfrica 2010, Argentina ha ganado.

Perdió un seleccionado que llevaba nuestros colores por fuera, pero que tenía la impronta kirchnerista por dentro. La señora presidente soñaba con la Plaza de Mayo atestada de incondicionales admiradores (de los que vienen por el "jornal" de vino y sándwich), y un balcón compartido con Néstor, Maradona y Estela de Carlotto, entre otros emblemas de la "cultura" nacional actual. Una imagen que quedaría en la memoria colectiva por años y años. Choripán y circo del bicentenario. Ni pensar lo que hubiera sido el palco en Johannesburgo, con el discurso de la victoria del "modelo económico, político, social y deportivo" de Cristina - que todo el planeta debería implementar inmediatamente-, en caso de haber ganado el campeonato.

El fútbol es un deporte y, esencialmente, un juego. Pero ciertos países -y el nuestro no es la excepción- lo toman como una guerra, en la que los triunfos significan una conquista incuestionable del "modelo de gobierno" de turno. Así en 1978 como en 2010.

No. Argentina no perdió. Ha obtenido un triunfo resonante.

Don Diego, después de violentarse con algunos simpatizantes alemanes, se retiró humillado del estadio. Nosotros nos hemos sentido humillados desde el comienzo de esta ridícula puesta en escena. Nos humillan los 600 millones destinados al fútbol y robados a los jubilados. Nos humilla un presidente vitalicio de la AFA que no ha hecho más que vivir del erario público. Nos humillan los cientos de miles de decodificadores pagados con el sudor de los que trabajan y distribuidos a la "clientela" electoralista. Nos humilla un director técnico soberbio, pedante y maleducado, que está convencido de que es dios. Nos humilla la presencia de Estela de Carlotto en Sudáfrica para autopromover su indecente candidatura al Premio Nobel de la Paz. Nos humillan los barrasbravas, cuya presencia en el continente africano "nadie" puede explicar, como tampoco su conducta violenta y su consecuente deportación.

Diego Armando Maradona fue en otra época, y sin duda alguna, un superdotado en sus piernas, aunque los dotes en el otro extremo de su cuerpo parecen inversamente proporcionales. A él le debemos una copa mundial obtenida con trampa, por la viveza criolla que pasó a la historia como "la mano de Dios", y también la bochornosa expulsión de otro mundial a raíz de su adicción a las drogas.

No llama la atención lo que los diarios del mundo publican ahora sobre "el 10". Queda claro que es repudiado en todo el universo, a excepción de su país natal. Simplemente está cosechando su siembra: el fruto de su desprecio histórico hacia el resto de los mortales.

Ser excluidos del campeonato mundial de fútbol significó quitarles el caramelo de la boca al populista matrimonio presidencial, al inmoral presidente de la AFA, a la dudosa abuela Carlotto y al fracasado Director Técnico de la selección nacional.

Maradona ha dejado sin libreto a la presidente y a su cohorte de funcionarios inútiles y corruptos. ¿Qué hará ahora la primera magistrada? ¿Cómo seguirá la obra? ¿A quién acusará de haberle "secuestrado los goles"? ¿A la Fifa? ¿A los sudafricanos? ¿A Messi?

A Maradona, ciertamente no.

A Maradona sólo le cabe la derrota de la selección nacional en la copa del mundo e, irónicamente, el extraordinario triunfo de Argentina

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