martes, 13 de abril de 2010

TRAICION A MEDIANOCHE






















Astrada se enteró por teléfono que había dejado de ser director técnico de River.

Algo sabía Leonardo Astrada. Algo, al menos, intuía. En el mundo doméstico del fútbol, todo se conoce. La versión golpeaba el cuerpo ya herido del Jefe: si no le ganaba a Atlético Tucumán, su suerte estaba sellada. Aunque no lo creía: si hacía pocos días que Daniel Passarella, el presidente, lo había respaldado a pesar de su flojísima campaña. Con esa idea, Leo viajó el sábado a Tucumán, llamativamente sin el Káiser, que se bajó a último momento. Su lugar fue ocupado por Daniel Bravo, el secretario del club. Dejó Buenos Aires como entrenador millonario y volvió a su casa como un conductor despedido más. Por eso, el repetido "no renuncié", cobra una mayúscula dimensión: el DT va a cobrar su contrato, es decir, todo lo acordado hasta fines de diciembre, aunque todavía no recibió un peso desde que volvió al club. Pero, ¿cómo fueron sus últimas horas como DT de River?
En primera fila, sufrió otra decepción de su equipo. El 0-0 contra Atlético Tucumán dejó una marca: 465 minutos sin marcar goles. Y otra señal: no sólo no gana, sino que se acerca, en forma peligrosa, a la zona de descenso.
Golpeado, trató de consolar a sus dirigidos mientras intentaba atender un llamado en su celular. Evidentemente, no había buena señal en la cancha, así que debió salir, cigarrillo en mano (fumó demasiado en las últimas horas), para escuchar la voz de Passarella, que le dijo algo así como que "debían conversar mañana (por ayer), que la situación no era la mejor..." Cortaron. Al rato, sin embargo, el Jefe tomó nota del escenario. Sorprendido, eso sí. Y en esa charla, cuando ya eran las 23 del domingo, escuchó lo que nunca quiso escuchar: "Fue tu último partido como entrenador de River".
Y le aclaró a Passarella lo que iba a declarar horas después: "No voy a renunciar". Por lo que el costo político de la situación, en este caso, iba a ser para los dirigentes, a diferencia de su última salida del club. La cena en el Catalinas Park resultó una imagen desoladora. La reunión con el plantel fue un descargo emotivo. De ambas partes. Se llegó a decir, por caso, que los referentes lo respaldaron. Que Almeyda y Gallardo, no seguirían después del Clausura. Y que hasta Ortega, el ídolo que no jugaba, dolorido y acalambrado, se encontró con el cuerpo técnico cerca de las 3 de la madrugada. Casi nadie quiso dormir.
Astrada se aferró a la almohada. Más enfurecido que dolido. Las imágenes le pasaron rápidamente: si bien sabía que el equipo no iba ni para atrás ni para adelante (siete victorias, ocho empates y once derrotas en el ciclo, casi 35% de efectividad), contaba con los refuerzos futuros y no creía que lo iba a despedir el mismo hombre que lo había apoyado semanas atrás.
Volvió a Aeroparque ya sin la indumentaria millonaria: remera negra, jean y abatido. Sorprendido por la gran cantidad de medios, lanzó un puñado de frases. Menos, tal vez, que en el encuentro en Núñez, en el que selló su salida con Hernán Díaz, con Passarella y con Diego Turnes, el vicepresidente. Y salió del Monumental para ya no volver.
7 entrenadores dejaron su cargo en el Clausura. Además de Astrada, se fueron: Claudio Vivas, en Racing; Chiche Sosa, en Atlético Tucumán; Fernando Gamboa, en Chacarita; Ariel Cuffaro Russo, en Central; Diego Simeone, en San Lorenzo, y Abel Alves, en Boca. De los grandes, sólo el Tolo Gallego, en Independiente, se mantiene.

Indudablemente que los hechos dejan al desnudo la hipocrecía que rodea al FUTBOL DE TODOS. Los tan remanidos CODIGOS, que según los protagonistas, existen en ese ambiente, han quedado DECODIFICADOS. Quizás el 12 de abril deba ser una fecha histórica en este tipo de hechos deleznables y que manifiesta a su vez el poco respeto que se siente, entre unos y otros. Lo de River fué la matinée, con actores protagónicos, como El Fuhrer Daniel y el TRAIDOR que prestó su CAPPA comportándose como un simple BARANDILLERO, para poner a disposición del TORERO, al ya cansado y vapuleado TORO. En la vermouth, dos técnicos al borde del terreno que se acusan con gestos y dichos del más bajo tenor. El ganador, que acusa al vencido, de "chantajear" a sus jugadores para ponerlos en el equipo. Gestos y voces que se observan y se escuchan y la réplica no tarda en llegar. Con una verborragia escenográfica, que no para de gesticular y tambén gritar a los cuatro vientos, que su colega es UN GORDO COMILON, DROGON. acompañado con claros gestos en alusión a dichos supuestos defectos de conducta. Luego en declaraciones radiales y televisivas intenta deformar los hechos diciendo que jamás lo vió ni lo conoce, llegando a decir debe tener problemas psicológicos este chico, al que la única vez que creo haberlo visto, fué por televisión en el partido en Japón contra el Milan. Claro está que la función de la tarde-noche era de mayor intensidad. La hinchada más grande de la Argentina, por lo menos ellos así se califican, dividida entre dos "fantoches" disfrazados de jugadores de fútbol. Un rato antes de salir a la cancha La Bombonera dividida entre pancartas que alentaban a uno y a otro. El ingreso a la cancha me trajo a la memoria, las imágenes del LUNA PARK, cuando salían ALFREDO PRADA y JOSE MARA GATICA, a dirimir un duelo a las piñas muy particular. Claro está que ese era el deporte que practicaban. Cada uno de ellos alzaba los brazos y miraba de frente a su público, con seguridad, con fiereza, como diciendo a sus aficionados. con sus ojos enrojecidos de ira, "a este hoy lo saco". Cuando la pelota empezó a rodar, fué todo distinto. Era todo por Boca, Uno de ellos iba por el record de Cherro, el gol 219 de su larga y extensa campaña. El otro hábil, sagaz, inteligente al servicio del mal, le puso en bandeja el balón, para que solo tuviese que empujarlo. Rápido de reflejos encaró a festejarlo con su público, el goleador había quedado desubicado, el resto del equipo no sabían a que comandos respondían. Unos festejaban con él, otros con el estratega. Entre GATICA Y PRADA ni una sola mirada entrecruzaban. Uno había conquistado batir el record de un GRANDE con mayúsculas: DON ROBERTO CHERRO. El otro había dado una estocada, quizás la final, a una relación que trascendió lo íntimo, lo particular, que tanto mal le ocasionó al equipo al cual pertenecen. Indudablemente que el 12 de abril, quedará registrado en la HISTORIA NEGRA del fútbol argentino.


















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